Suelen decirme que todo lo que escribo resulta triste, de ahí que al blog decidiese llamarlo «Escribiendo mi angustia», pues es ésta la que plasmo en el papel. No es que no me guste escribir de los aspectos positivos de mi vida, es que ésta ha girado en torno a una pérdida que la cambió por completo, la de mi padre.

Hay quien me dijo una vez, que un padre es como un bastón. Yo, suerte la mía, siempre tuve dos. Ya podéis imaginar la seguridad y tranquilidad que siempre he sentido. Pero esta seguridad calló en picado al perder a uno, como cuando te quitan la primera rueda pequeña de la bicicleta. Él era mi verdadero padre, aunque no por eso el otro padre dejaba de ser padre también, eran en conjunto, como un padre gigante.

Y cuando por fin, después de muchos años de terapia, reflexión, lectura y lágrimas; consigo aprender a andar con un solo bastón, con una sola rueda pequeña de más en la bicicleta, pierdo la otra también.

Nadie sabe lo que es perder un bastón hasta que lo pierde, por mucho que pueda imaginárselo. Yo ahora, puedo definirlo como la primera vez que decides coger la bicicleta sin las ruedas suplementarias, sientes que puedes caer en cualquier momento, y tienes que insistir en pedalear y guardar el equilibrio, si quieres aprender a seguir sola.